Capítulo once

Las palabras en el correo electrónico en la computadora de Matteo Accardi se movían por la pantalla. Suspiró y se frotó los ojos con las palmas de las manos. Con los ojos cerrados, la vio a ella. Cabello caoba oscuro, ojos azules, una peca en la suave piel debajo de su oreja. Matteo suspiró de nuevo...

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