Capítulo ciento treinta

—Maldita sea, jefe —gruñó Greg mientras recogía su bandeja de la cafetería destrozada—. Aún no había terminado mi sándwich.

Matteo le dio a Greg una mirada que decía que no estaba de humor para bromas. Greg levantó las manos en señal de rendición antes de ir a buscar servilletas para limpiar la san...

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