Capítulo ciento treinta y dos

—¡Accardi! Tienes visita —anunció el guardia con cara de cerdo.

Matteo dejó su libro y miró al guardia que estaba en la puerta de su celda.

—Mi abogado no llega hasta dentro de unas horas.

—¿Qué te puedo decir? Han llegado temprano. Levanta el culo o ¿tengo que arrastrarte? —preguntó el guardia.

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