Capítulo ciento treinta y cinco

Gen no debería estar allí. La ansiedad recorría cada terminación nerviosa bajo su piel. Su columna estaba rígida como una tabla mientras miraba por la ventana las calles de Nueva York que pasaban. No tenía arma. No podía llamar a Matteo. Estaba sola en un coche con un jefe de la mafia irlandesa que ...

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