Capítulo cuarenta y ocho

Matteo se apartó de ella y le pasó el pulgar por la mejilla. Sus ojos brillaron ante su sugerencia.

—¿Estás segura? —preguntó.

—Con una condición —dijo ella, levantando un dedo.

—No me va a gustar esto, ¿verdad?

—Son las mismas reglas que cuando me llevaste a casa la primera noche. Nada de sexo ...

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