Capítulo ochenta y cuatro

La sonrisa de Gen tembló mientras veía a Matteo entregar su maleta a un trabajador de la pista. La ajustó justo a tiempo para que él se volviera hacia ella. Sus ojos, más verdes que marrones a la luz del sol de la mañana, vieron a través de su actuación.

—Ven aquí —susurró, extendiendo su mano. Gen...

Inicia sesión y continúa leyendo