Capítulo noventa y cuatro

Matteo se despertó de golpe. Gimió al levantar la cabeza del teclado sobre el que se había quedado dormido la noche anterior. Entrecerró un ojo al mirar la licorera medio vacía. Calculó que debía haber bebido mil quinientos dólares de Glen McKenna para obligarse a dormir. Noche cara.

Se frotó las s...

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