Quédate con ella

Las voces se difuminaban, pero lo que importaba era el silencio de Lola.

Ella estaba sentada a su derecha, con los hombros encorvados y los dedos flojos alrededor de su taza. El té del que Dottie había jurado todavía humeaba ligeramente, con el aroma de cítricos y cáscara de naranja cortando el olo...

Inicia sesión y continúa leyendo