Buenos días

Nico

Demonios, y le gustaba.

Lola estaba fundida contra él, la mejilla en su clavícula, su pulso un pájaro frenético contra su garganta. Las manos de Enzo eran firmes y seguras, moviéndose con una paciencia que hacía que Nico quisiera destrozar la habitación y también no moverse nunca más.

Ca...

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