Sin juegos

Enzo

Enzo gimió.

Jesús, maldita sea.

Se inclinó para quitarse la última barrera de las caderas y apenas lo logró antes de que ella se hundiera sobre él en una sola y desesperada embestida.

Su mente se quedó en blanco.

—Mierda—siseó, clavando los dedos en sus caderas.

Ella echó la cabeza ha...

Inicia sesión y continúa leyendo