La victoria es mía

Enzo

Enzo no se había movido. No podía.

Sus palabras flotaban en el aire, suaves pero pesadas, el tipo de verdad que caía como una hoja clavada en la mesa—limpia, definitiva, innegable. Ya no hablaba de tinta. Hablaba de ellos.

Su escudo. Su muro.

Y la forma en que lo miró cuando lo dijo—como...

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