Demasiados fantasmas.

Al ver a mi madre llorando en los brazos de mi novio, algo en mí se rompió.

Me desplomé contra la puerta, con la barbilla baja y las manos flácidas como una marioneta cuyos hilos habían sido cortados.

—¿Mamá? —susurré, con la garganta adolorida y el corazón punzante.

—Estoy bien, Karlin. Estoy......

Inicia sesión y continúa leyendo