Capítulo 1 SWINGER
Capítulo 1
Lorena Smith tenía veinticinco años y una carrera sólida como diseñadora de modas. Había trabajado duro para llegar a donde estaba. Su marca era conocida, sus diseños salían en revistas y las celebridades empezaban a usar su ropa.
Esa noche, su nueva colección se presentó en una de las pasarelas más importantes de la ciudad. El público aplaudió de pie, Todo salió bien, ella lo sabía. Estaba en la cima de su carrera.
Sonrió para las cámaras, dio entrevistas, posó con seguridad, Todo el mundo quería hablar con ella. En lo profesional, su vida era un éxito total. Pero en lo personal, no podía decir lo mismo.
Estaba casada con Julián, su novio de la secundaria. El matrimonio parecía perfecto desde afuera, pero por dentro estaba a punto de romperse, Ya no eran un equipo. Ya no se apoyaban, Julián era parte de la empresa, pero más por obligación que por pasión.
Cuando llegaron a casa después del desfile, empezaron a discutir. Como siempre.
—Hoy fue una noche de éxito para mí, ¿qué quieres que haga? —le dijo Lorena, molesta, con los brazos cruzados frente a él—. Te di el control de la marca. Sabes que esto es tan tuyo como mío. Yo solo quiero al esposo con el que me casé.
Julián tomó aire.
—Nunca me dejaste ser yo. Sigo siendo solo “el esposo de Lorena Smith”.
Era lo mismo de siempre, ella triunfaba y él se sentía menos. Decía que había dejado su carrera en finanzas por ella, pero Lorena sabía que no era así. Lo había intentado, sí, pero no era tan brillante como él pensaba. Ahora se sentía frustrado.
Ella se acercó y lo besó.
—No discutamos más. Disfrutemos este momento.
Lorena creía que el sexo podía arreglar las cosas, aunque fuera por unas horas, Lo deseaba, le gustaba sentirse deseada. Quería volver a sentir pasión, pero ya no era como antes.
Julián la desvistió sin decir mucho. Se besaron, pero faltaba algo. Antes pasaban horas en la cama, probaban cosas nuevas, hablaban sucio, se divertían. Ahora solo era rápido, rutinario. Misionero y sin emoción.
—Estoy algo cansado —dijo él al terminar.
Siempre decía lo mismo.
Lorena miró al techo en silencio. No dijo nada. Sentía que ya no estaban conectados. No había chispa ni pasión.
Tener hijos no era parte de sus planes. Su carrera iba muy bien y su matrimonio estaba mal. No era el momento. Julián pensaba distinto, le gustaba la idea de ser padre, como si eso fuera a darle de nuevo un lugar de autoridad. Incluso llevaba un calendario con los días fértiles de ella.
Unos días después, Lorena salió a tomar café con su mejor amiga y modelo más exitosa, Joanne. Le contó lo que estaba viviendo.
—Ya no me siento bien con él. No sé si es rutina, si es que estamos muy lejos profesionalmente, o si ya se acabó.
Joanne la escuchó y le respondió con calma.
—Tú sabes que mi matrimonio también estuvo mal. Íbamos directo al divorcio, Pero probamos algo que nos ayudó, Eso sí, necesitas una mente abierta.
—¿Qué hicieron?
Joanne suspiró.
—Fuimos a una fiesta de intercambio de parejas. Todo es muy reservado, con gente discreta de élite. Ayudó mucho, Aquí está el lugar al que fuimos. —Sacó una tarjeta y se la entregó.
Lorena la tomó. No dijo nada, pero la idea no le pareció tan descabellada, Sabía que Julián era muy tradicional, pero igual pensó en intentarlo.
No solo por curiosidad, ella había tenido fantasías parecidas. Además, había leído que ese tipo de experiencias, bien llevadas, ayudaban a muchas parejas.
Lorena le propuso la idea a Julián una noche mientras él leía en la sala, le mostró artículos en internet, casos de parejas que habían intentado lo mismo.
—No quiero que lo veas como una traición —le dijo ella—. Tú vas a estar con otra mujer y yo con otro hombre. Es consensuado. Puedes elegir tú mismo a la mujer que te guste.
Julián la miró con cara de sorpresa.
—¿Por qué quieres acostarte con otro? ¿No soy suficiente para ti?
—No se trata de eso. Siento que estamos apagados. Esto podría ayudarnos, no tienes que decidir ahora. Solo piénsalo.
Lorena ya había llamado al número de la tarjeta. El gerente del club le había enviado un catálogo con cinco parejas disponibles. Ella lo abrió con él, Las otras parejas también recibieron su perfil. Si hacían “match”, podrían encontrarse.
Julián tomó un whisky y se quedó mirando las fotos. No decía mucho, pero sus ojos hablaban por él. Vio a una mujer de cabello oscuro, cuerpo marcado, mirada intensa, Le gustó.
—¿Y tú? —le preguntó.
—No me interesa nadie, solo quiero que estés bien.
Lorena se sentó sobre sus piernas. Le dio un beso en el cuello.
—Hazlo por ti, hazlo por los dos. No tienes que demostrar nada. Es solo una experiencia.
Mandaron la solicitud al club, La respuesta llegó al día siguiente, las cinco parejas estaban interesadas. Algunas incluso ofrecieron pagar un extra para ser elegidos. Eso los sorprendió.
Esa misma noche tuvieron sexo, Fue mejor que otras veces. Más conexión y más juego, parecía que la chispa se había encendido.
Días después llegó la cita. Ambos estaban nerviosos. Se arreglaron como si fueran a una primera cita, Lorena eligió un vestido negro y sencillo. Julián se puso camisa, algo que no hacía desde hacía tiempo.
Al llegar, el gerente los recibió con amabilidad.
—Bienvenidos. Este lugar es privado y seguro. Aquí están las reglas. La pareja que eligieron está por llegar, Las habitaciones pueden ser separadas o también si desean estar los cuatro en una habitación, como prefieran.
Los llevó a una zona VIP del bar. Les sirvieron un par de tragos. Les entregó una hoja impresa.
Regla 1: Usar protección
Regla 2: Debe ser deseo de los dos estar aquí.
Regla 3: El sexo fuerte debe ser acordado por ambas partes en voz alta.
Regla 4: Solo se permite trío o cuarteto si todas las personas lo aprueban.
Regla 5: Después del encuentro, no deben hablar entre sí. Si quieren volver a verse, debe ser a través del club.
Julián leyó en silencio. Después la miró.
—¿Estás segura? —preguntó.
—No lo sé. Estoy aquí, pero me siento rara —respondió ella.
Él se levantó y tomó su mano.
—Si quieres, nos vamos.
Justo en ese momento apareció la pareja. La mujer se acercó a Julián, lo miró fijo y lo besó sin pedir permiso.
—¿Vas a escaparte de mí? —le dijo.
Era Verónica, Alta, curvilínea, muy sexy, A su lado estaba Patrick, su esposo. Saludó a Lorena con educación. Le dio un beso en la mano.
—Soy Patrick. Un gusto.
Lorena lo miró, Era atractivo, más de lo que esperaba. Alto, musculoso, seguro, La miraba imtimidante, tanto así que ella que siempre fue segura y poderosa, sintió sus piernas temblar y solo titubeó su nombre nerviosa.
El gerente intervino.
—Recuerden: si alguno no está de acuerdo, pueden irse. No pasa nada, deben seguir las reglas.
Lorena tragó saliva. Miró a Julián. Él no decía nada, pero no se movía, Veerónica le hablaba al oído y la mujer ya le acariciaba la entrepierna sobre el pantalón.
—Nos quedamos —dijo Lorena, sin pensarlo más.
Julián solo asintió con una sonrisa, Ya no había vuelta atrás.
