Capítulo 3 DESEO DESPERTADO

Capítulo 3

—¿Por qué me pegas? —preguntó Lorena, mientras Julián ss quedaba paralizado.

—No pensé que mi esposa hiciera eso —dijo, sin mirarla, con los nudillos tensos.

—Era un trato —respondió ella, molesta—. Los dos íbamos a experimentar. Te dije de qué se trataba, te di la libertad de elegir con quién querías estar. ¿Por qué te portas así? No somos unos niños y Sabíamos las reglas.

Lorena lo miraba sin pestañear. No podía creer la actitud de Julián. Lo hablaron todo con tiempo, consultaron con una sexóloga, investigaron, se aseguraron de estar preparados. Todo parecía claro. No era traición. Era un acuerdo.

—Sí, pero... eres mi esposa. Tú no... —Julián se calló, sabía que lo que iba a decir sonaba estúpido.

—¿Espera... qué? —Lorena giró el cuerpo hacia él—. ¿Querías acostarte con otra mujer y que yo solo aplaudiera desde la esquina? ¿Eso era?

—Pensé que dirías que no. Verónica me dijo que tal vez te negarías, pero... te gustó —murmuró él—. Te gustó demasiado

Se detuvo antes de decir algo más.

Lorena lo miró fijamente. Levantó la mano y le dio una cachetada. Tenía lágrimas en los ojos.

—Hice esto por los dos. Pero si piensas que soy una cualquiera, entonces mejor empecemos el papeleo de divorcio.

Sin esperar respuesta, se fue a su habitación y cerró de un portazo Llenó la tina, sirvió una copa de vino y se metió en el agua caliente, Cerró los ojos, Estaba agotada.

Tenía una reunión temprano, pero no podía pensar en negocios. Solo pensaba en el desastre en que se había convertido su matrimonio. Marcó el número de Joanne.

—Pensé que me ayudaría... pero creo que no estábamos preparados —lloró Lorena, hundida hasta el cuello en el agua.

—Es normal —respondió Joanne—. Al principio todo es confuso. Las parejas no saben diferenciar entre una infidelidad real y algo consensuado, además, tú y Julián vienen de una relación muy tradicional. Solo respira y espera.

Lorena suspiró, ella ya no sentía que tuviera una oportunidad para su matrimonio. Todo se le había salido de las manos.

Pensó en sus padres. Siempre los había admirado. Se conocieron jóvenes, se casaron y mantuvieron una imagen perfecta. Hasta que su papá trajo una amante a la casa. Dijo que era por la monotonía. Nunca se separaron, pero el daño quedó. Ella prometió no repetir esa historia.

Ahora estaba casada. A los 25. Sin hijos. Y con el matrimonio hecho pedazos.

Después de un largo rato, salió de la tina. Se puso una bata, tomó agua y se acostó. No podía dormir. Cerraba los ojos y volvía a ver el rostro de Patrick. Sus manos, su cuerpo. Lo que él le hizo sentir. No podía sacarlo de su cabeza.

Entonces escuchó pasos. Julián subía.ñ, Entró a la habitación en silencio y se acercó a ella. Empezó a besarle el cuello.

—¿Qué quieres? —preguntó Lorena, sin moverse. Su voz sonaba molesta.

—Lo siento —dijo él, con los ojos rojos—. Perdóname.

Se arrodilló frente a ella. Tenía las manos temblando.

—Nunca me habías golpeado —dijo ella, con lágrimas en los ojos—. Ni siquiera mi padre me ha hecho algo así, No puedo creerlo.

Tomó un poco de agua, quería calmarse, No llorar más, no hacer escándalos.

—No va a volver a pasar. Lo juro. Me dejé llevar, Los celos me destruyeron, Escucharte con él… me hizo sentir menos.

Julián le besaba las manos, le acariciaba el rostro aún adolorido. Ella se sentó al borde de la cama, sin dejar de mirarlo.

—Yo también te escuché con Verónica —dijo ella—. Sentí celos, claro. Pero entendí que era parte del trato.

Él la escuchaba en silencio.

—¿Te gustó estar con él? —preguntó Julián—. Quiero ser sincero. Con Verónica fue excitante … nunca había estado con alguien así. ¿Y tú?

—Fue normal, nada fantástico —mintió Lorena.

Julián la besó. La acostó en la cama con cuidado.

—Quiero que recuerdes que yo soy el único.

El sexo fue más intenso que otras veces. Más largo y más desesperado. Julián quería marcar su territorio. Lorena intentaba entregarse, pero no era igual. Algo había cambiado, Fingió el orgasmo.

—¿Soy mejor que él? —preguntó Julián mientras acababa dentro de ella, buscando aferrarse a su ego, a su idea de familia.

—Obvio que eres mejor. Con él fingí —respondió Lorena con una sonrisa forzada. Quería calmarlo. Pero sabía que no era verdad.

Patrick y Verónica llegaron a casa sin hablar mucho, Ella parecía animada. Él, ausente. Apenas cruzaron la puerta, Verónica comenzó a desvestirlo.

—Después de este tipo de encuentros, tú y yo siempre tenemos sexo —dijo ella mientras le quitaba la camisa—. ¿O ya no te acuerdas cómo funciona esto?

Patrick no respondió. Se soltó suavemente de sus manos y caminó hacia el baño.

—Estoy cansado. Mañana hablamos —dijo seco, sin mirarla.

Verónica se quedó helada.

—¿Qué te pasa? Nunca me habías rechazado. ¿No me digas que esa mujer te gustó?

Patrick cerró los ojos con frustración.

—Deja tus celos, esto fue idea tuya y este juego lo empezaste tú, no yo.

—No me evadas. ¿Te gustó? —Verónica lo enfrentó de golpe, alzando la voz.

—Quizás me estoy cansando de esta situación. De este acuerdo, de ti —respondió él.

Verónica palideció. Sus labios temblaban. En un ataque de rabia, lanzó un jarrón contra la pared.

—¡¿Te gustó ella?! ¡Dímelo!

Patrick la miró por fin.

—Sí. Me gustó. Y quiero hacerlo de nuevo con ella, Lorena vale la pena.

Dicho eso, se fue sin mirarla más. La dejó gritando sola en medio de los celos. Subió al baño, cerró la puerta y se apoyó contra ella, intentando calmarse.

Encendió la ducha. Se quitó la ropa y se metió bajo el agua caliente. En su cuello, el moretón que Lorena le dejó con la boca seguía allí, marcado como un tatuaje temporal. Lo tocó con los dedos y cerró los ojos. La recordó desnuda, encima de él, gimiendo su nombre.

No era solo sexo, Fue más que eso. Lorena le había tocado algo que no muchas lograban: el alma.

Cuando salió, fue directo al vestidor de Verónica. Buscaba una pista. Un pretexto. Recordó que ella misma le había dicho que tenía varias prendas de la colección de Lorena. Revisó los estantes. Encontró un vestido negro con una etiqueta que decía “LS”.

Abrió su laptop y buscó. “Lorena Smith”, diseñadora de modas. Ahí estaba. Reconoció su rostro en las fotos.

—Así que eras tú... —susurró Patrick mientras acariciaba la pantalla—. No te vas a escapar de mí, princesa.

Verónica entró sin tocar. Lo vio sonriendo frente a la laptop.

—¿Qué haces? —preguntó con voz fría.

Patrick cerró la pantalla sin responder.

—Nada importante.

—¿Era ella? ¿La estabas buscando? —insistió Verónica.

—No empieces —dijo él mientras se servía un whisky.

Verónica se acercó y le quitó el vaso de la mano.

—¿Fue tan buena? ¿Te lo hizo tan rico?

Patrick se rió por lo bajo.

—No fue solo el sexo, Verónica. Con ella me sentí... distinto.

—¿Y yo qué? —preguntó ella, dolida—. ¿Yo no te hago sentir bien?

—Tú me usas. Me tienes como adorno, como marido perfecto en tus fotos, pero los dos sabemos que esto ya no funciona

—¡Yo soy tu esposa! —gritó Verónica, golpeando su pecho—. ¡Y tú eres mío!

—No —respondió él, calmado—. Hace rato no lo soy.

Ella lo besó con fuerza, pero él no respondió. Le desabrochó el pantalón, bajó de rodillas y comenzó a chuparlo con desesperación.

—¿Así sí me sientes tuya? —dijo con la boca llena.

Patrick la agarró del cabello, la apartó y la levantó con fuerza.

—No hagas esto, Verónica.

—¿No quieres cogerme? ¿Quieres irte con tu diseñadora? ¿Volver a tocarla? —le gritó mientras se quitaba el vestido—. ¡Tócame!

Se subió a la cama completamente desnuda. Abrió las piernas y se tocó frente a él.

—¿Esto no te calienta? Mírame, Patrick. ¡Estoy mojada por ti!

Patrick la miró, pero no se movió.

—No me obligues a acostarme contigo para callarte. No quiero tocarte.

Ella se bajó de la cama de golpe. Caminó hacia él y lo abofeteó.

—¡Te odio!

—Y yo ya no te amo —dijo él con calma—. Nunca lo hicimos por amor Fue un trato Y ya no me sirve.

Verónica se derrumbó en el suelo, llorando.

Patrick se sirvió otro whisky, se sentó frente a la computadora y volvió a mir

ar la foto de Lorena.

—Nos vamos a ver otra vez. Te guste o no —susurró.

En su mente no había dudas. Lorena era más que una aventura. Era su obsesión.

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