35

ARIA

—Tan hermosa. Tan bonita—susurró Sandro, mirándome mientras mantenía sus labios suaves sobre mi piel—. Tan perfecta—nunca dejaba de alabarme, de elogiarme. Y nunca perdía su sinceridad.

Podía notar que lo decía en serio, y quería que supiera exactamente cómo se sentía conmigo. Mi cuerpo se ca...

Inicia sesión y continúa leyendo