Las travesuras de Damien's Table

No habló.

Al principio, no.

Solo se quedó allí detrás de mí, tan cerca que juré que podía sentir el calor de su pecho recorriendo mi espalda.

Dios, por favor, que no me toque, pensé desesperadamente.

O que lo haga. No—que no lo haga. Pero también… ¿que lo haga?

Estaba debatiendo si desmayarme o lanz...

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