Mi teléfono no está en mi bolsa

Y tal vez por eso no le he rogado que dé la vuelta.

Porque lo siento ahí—firme, posesivo, cálido—y mi cuerpo recuerda todo.

Sus labios. Su toque.

La forma en que me miraba como si fuera tanto un secreto como un pecado.

Lo miro de reojo ahora. Está tranquilo. Demasiado tranquilo para mi gusto.

Como s...

Inicia sesión y continúa leyendo