Parte cuarenta y siete

—Hola Samantha— dije mientras me paraba frente a su celda en el calabozo.

Ella levantó la cabeza, pero no sentí nada al mirarla. Había perdido peso, tenía ojeras visibles, su cabello estaba sucio y enmarañado contra su cabeza y olía mal. Su padre no estaba en mejor estado, pero los había mantenido ...

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