30. La maldición de un hada

Mamá no mató a Aster; Aster se le adelantó.

En cuestión de segundos, o al menos eso parecía, desenvainó la brillante espada blanca que siempre llevaba en la cadera y la hundió en su estómago. La larga hoja blanca que siempre había admirado y a veces me preguntaba cómo se vería en acción, ahora estab...

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