Capítulo 11

—¡No! ¡No! ¡No!

El pinchazo agudo del EpiPen hace que Az emita un sonido sibilante.

¡Silenciosamente agradezco a Dios!

Con el EpiPen ya desechado de manera segura, levanto cuidadosamente a mi hijo en mis brazos, que parece no pesar nada, y lo coloco tiernamente en su cama.

Corro hacia el refrige...

Inicia sesión y continúa leyendo