Capítulo 50

—¡Liza! —chillé de emoción mientras ella se apresuraba a darme un fuerte abrazo.

—Te extraño tanto, querida. No lo creerás, pero una Francesca inconsciente es tan aburrida como una papa —dijo sonriendo.

Riéndome a carcajadas, le pellizqué las mejillas.

—Yo también te extraño, querida.

Ella levantó l...

Inicia sesión y continúa leyendo