Capítulo 4
Daniel me miró desde arriba, firme.
—Doctor Taylor, ¿ha visto suficiente ya?
Asentí torpemente.
Él se rió entre dientes, se dio la vuelta y caminó hacia el baño de la habitación.
—Haz guardia para mí; no dejes que entre nadie más.
Sus pasos eran lentos pero firmes.
Miré su figura esbelta, perdida en mis pensamientos.
Es increíble cómo un paciente en estado vegetativo que no ha pasado por rehabilitación puede caminar tan suavemente. ¿Y qué pasa con su catéter urinario...?
Justo en ese momento, el sonido del agua comenzó.
Mis pensamientos se detuvieron abruptamente y, sin poder evitarlo, unas cuantas imágenes pasaron por mi mente:
La figura alta de Daniel bajo la ducha, el agua tibia deslizándose por su abdomen plano hacia lugares invisibles.
«¡Reacciona, Isabel! ¡Eso va en contra de la ética médica!»
De repente, se escuchó un golpe sordo desde el baño.
Me sobresalté y rápidamente caminé hacia la puerta del baño.
—¿Daniel?
—¿Qué pasa? —sonaba adolorido.
—Tengo un calambre —respondió.
—Espera, voy a buscar a alguien —dije, a punto de ir a pedir ayuda.
—¡No, no puedes buscar a nadie! —Daniel me llamó apresuradamente.
¿Por qué está tan a la defensiva?
Una ola de ira surgió dentro de mí, y mi tono se volvió helado:
—Bueno, entonces solo aguántalo. Tal vez cumpla tu sueño de ser un vegetal.
El siguiente momento, dijo algo inesperado.
—Entra y ayúdame.
















