XXV. Beso robado

Comieron en silencio, aunque solo empeoró las náuseas que agriaban el estómago de Elva.

No había tenido un momento para sí misma para procesar su despedida de Eksel, y Agnar se sentaba demasiado cerca de ella. La observaba demasiado de cerca. Respiraba demasiado cerca de ella. Podía sentir sus ojos...

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