Capítulo setenta y dos: ¡Ya no te odio tanto!

Andor—

Sentí que mi corazón se hundía en un vacío de tristeza y desesperación. Mi despertador sonó en una cama fría, Ashina ni siquiera había dormido en ella, ya que la almohada no tenía su marca. Su aroma era tenue, y el miedo abrumó mis sentidos. Solo en calzoncillos, salté de la cama y corrí al ...

Inicia sesión y continúa leyendo