Capítulo ciento sesenta y tres

Capítulo Ciento Sesenta y Tres

Adam se recostó en su silla, los ojos pesados por el peso de la mañana.

Las persianas estaban medio cerradas, dejando que un rayo de luz se colara sobre su escritorio.

Caleb se había ido hace un rato, sus palabras aún giraban en la cabeza de Adam como humo que no po...

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