Capítulo ciento setenta y ocho

Capítulo Ciento Setenta y Ocho

Al día siguiente, Tia fue a casa a refrescarse. Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar toda la noche. El espejo frente a ella reflejaba el rostro pálido de una mujer cansada, con labios agrietados y ojeras.

Se quedó allí un momento, cepillándose el cabello lentam...

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