Capítulo treinta y siete

Adam se recostó en su silla, el cuero crujió levemente debajo de él mientras revisaba la agenda del día en su tableta.

La casa estaba inusualmente silenciosa—demasiado silenciosa. Estaba acostumbrado a los pasos suaves de Tia, su presencia vacilante era tanto divertida como... extrañamente reconfor...

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