Capítulo seis

Siete días para encontrar una esposa.

Soltó una risa seca, agarró el papel, lo aplastó en su puño, luego lo desarrugó y lo alisó de nuevo sobre el escritorio. Su mandíbula se tensó. —Siete días— murmuró, como si decirlo en voz alta lo hiciera de alguna manera más manejable.

No confiaba en la gente fácilmente. No le gustaba depender de nadie. La idea del matrimonio le revolvía el estómago. Pero Nana no le daba opción. Casarse en una semana o ella misma le encontraría una esposa—y sabía que lo haría.

Colocó la nota en el tablero sobre su escritorio, las palabras mirándolo como un reloj de cuenta regresiva. Esto no era solo presión. Era una guerra contra todo lo que pensaba que tenía bajo control.

Día Uno

Adam se sentó en el borde del sofá, mirando su teléfono. Dudó sobre el nombre de Alex antes de finalmente tocarlo. Unos minutos después, la puerta se abrió sin un golpe.

—De acuerdo— dijo Alex, entrando con una sonrisa. —Me enviaste un mensaje de "emergencia". ¿Qué pasa?

Adam tiró el teléfono sobre el sofá. —Nana me dio una semana para casarme. O ella elegirá a alguien por mí.

Alex parpadeó, luego estalló en carcajadas. —Eso suena como ella.

Adam no sonrió. —Es serio. Lo dice en serio.

Alex se sentó, todavía medio riendo, y sacó su teléfono. —Está bien, arreglemos tu vida. Búsqueda en Instagram. Hashtag soltera y deslumbrante.

Unos desplazamientos después, le entregó su teléfono a Adam.

Adam miró la pantalla. Mujeres en poses perfectas. Filtros. Playas. Espejos de gimnasio. Todas pulidas, todas vacías. —¿Crees que puedo casarme con alguien basado en cómo posa en bikini?

—No te estás casando por amor— dijo Alex. —Solo necesitas a alguien que se vea bien.

Adam devolvió el teléfono. —No lo entiendes. Nana quiere a alguien que se sienta bien. Alguien que ella pueda aceptar.

—Lo estás haciendo más difícil de lo que es. Solo elige a alguien. Di las cosas correctas. Firma los papeles. Listo.

Pero no era tan simple.

Día Tres

Adam salió en citas. Cafeterías, restaurantes en azoteas, salones con velas. Conoció a una bloguera de moda, una abogada, una modelo y dos influencers. Todas eran atractivas. Sonreían, coqueteaban, hablaban de su dinero.

Al final de cada cena, se sentía más agotado.

Una mujer preguntó si habría un acuerdo prenupcial. Otra bromeó sobre hacer que su apellido fuera tendencia.

Adam volvía a casa solo cada noche, tirando sus llaves en el mostrador y desplomándose en el sofá. La presión iba en aumento.

Incluso dormir no ofrecía escape. Sus sueños estaban llenos de recuerdos de su madre, la calidez en su voz, cómo siempre había creído que encontraría a alguien que lo hiciera feliz. Ahora se reiría, si no doliera tanto.

Día Cuatro

Se sentó en su coche frente a otro restaurante elegante, con la cabeza apoyada en el volante. Otra cita. Otra pérdida de tiempo.

Su teléfono vibró.

—Adam—la voz de su papá sonó tensa—. Nana no está bien. Los doctores no están seguros de cuánto tiempo le queda.

Adam apretó el volante. Nana siempre había sido su refugio. Incluso cuando todos los demás dudaban de él, ella nunca lo hizo.

Tragó saliva con dificultad—. Lo resolveré.

No dijo adiós. Solo miró el tablero hasta que la pantalla se apagó.

Día Cinco

Se le estaba acabando el tiempo.

Dos días más. Su penthouse era un desastre—vasos vacíos, cajas de pizza y una laptop que había estado encendida durante horas. Apps de citas, historiales de búsqueda, mensajes sin leer.

Había revisado diez perfiles. Enviado mensajes. Tenido llamadas cortas. Todos querían algo.

Nadie se sentía real.

Su teléfono volvió a sonar.

—Adam—dijo su papá—. Ella está preguntando por ti.

Adam se levantó, agarró su chaqueta y salió sin decir una palabra.

Habitación del Hospital

El hospital estaba frío, las luces fluorescentes demasiado brillantes. Las máquinas que pitaban no ayudaban. Nana parecía frágil, su piel pálida contra las almohadas blancas.

Abrió los ojos lentamente y sonrió al verlo.

—Dos días más—dijo, su voz suave—. Si no me traes una novia, la escogeré yo misma.

Adam se sentó a su lado, con los ojos ardiendo—. Sigues bromeando.

—Sigo respirando, ¿no?—respondió, sonriendo débilmente—. Siempre dijiste que podías manejar cualquier cosa. Así que maneja esto.

—He intentado—dijo en voz baja—. Nadie encaja.

—No estás buscando la perfección—susurró ella—. Estás buscando a alguien que no te haga sentir solo.

Él miró hacia otro lado—. Ya ni siquiera creo en el amor, Nana. Ya no más.

Ella extendió la mano para tomar la suya, su agarre débil—. Entonces no lo hagas por amor. Hazlo por mí. Déjame verte con alguien a tu lado, aunque sea solo por ahora. Déjame ir sabiendo que no estarás solo.

Adam no dijo nada. Solo se quedó allí, con su mano en la de ella, tratando de calmar la tormenta en su pecho.

Dos días más. Y aún, nadie.

Salió de la habitación en silencio, pasando junto a enfermeras y conversaciones tranquilas. El mundo afuera seguía moviéndose rápido, seguía viéndose normal. Pero dentro de Adam, todo estaba cambiando.

Algo tenía que cambiar. Y rápido.

No es tan fácil. ¿Caerá una pareja del cielo?

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