Capítulo treinta y tres

Dos horas desperdiciadas después, Laura finalmente estaba libre. Caminaba rápidamente entre la multitud de invitados que se movían lentamente, con los tacones en la mano. El aroma de la Reina Lana había desaparecido hace tiempo, así que Laura se dirigió hacia el ala de los reales. *Maldita sea, hace...

Inicia sesión y continúa leyendo