Veinte

—Lo siento mucho—. Colocó una mano enguantada y reconfortante sobre mi puño cerrado—. Nunca tuve la intención de lastimarte—. Su voz era de arrepentimiento—. ¿No estás enojada conmigo, verdad?—. Parecía triste al preguntar, tan desesperado.

Me sentí más halagada que cualquier otra cosa—. ¿Por qué?—...

Inicia sesión y continúa leyendo