Treinta y uno

Fruncí el ceño. —¿Qué pasa?

—No tengo nada que ponerme.

Yo tampoco era exactamente un ícono de la moda —fruncí el ceño. —Estoy seguro de que tienes algo en mente.

—No tengo vestidos decentes.

—Oh. No sabía qué decir. Pero, juzgando por lo difícil que era caminar con el vestido que llevaba puesto...

Inicia sesión y continúa leyendo