Cuarenta y cuatro

—No puedo imaginarme comiendo la vida de las plantas tampoco.

Él rió—Touché.

—Entonces—empecé, pero perdí el valor, cambiando mi peso de un pie al otro, jugueteando con mis dedos, mirando al suelo.

—¿Qué?—apenas levantó la vista de la ensalada verde con la que estaba ocupado.

—¿Tu familia sabe que v...

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