Capítulo 1

Capítulo 1

El corazón de Anna latía con emoción mientras llamaba a un taxi en la bulliciosa calle de la ciudad. Estaba vestida para impresionar, con un deslumbrante vestido rojo y su cabello perfectamente peinado. Había planeado la sorpresa perfecta para el cumpleaños de su novio y no podía esperar a ver la expresión en su rostro.

Cuando el taxi se detuvo, Anna le dio al conductor la dirección y se acomodó para el corto viaje. Había decidido no llamar antes, queriendo que la sorpresa fuera un shock completo. Imaginaba la expresión de deleite en su rostro cuando ella entrara, y su corazón dio un vuelco al pensarlo.

El taxi se detuvo frente al edificio, y Anna pagó al conductor antes de bajar a la acera. Respiró hondo, alisó su vestido y entró al edificio. Sus tacones resonaban en el suelo de mármol mientras se dirigía al ascensor.

Mientras subía al piso de su novio, la emoción de Anna crecía. No podía esperar para ver a su novio y celebrar su día especial. Poco sabía ella que su mundo estaba a punto de volverse del revés.

Al entrar en el apartamento, Anna fue envuelta por un silencio inquietante, solo interrumpido por los susurros lejanos de una melodía sospechosa. Su curiosidad se despertó y se dirigió hacia la sala de estar, sus tacones resonando contra el suelo pulido como una bomba de tiempo. El aire estaba cargado de una energía inquietante, y el corazón de Anna latía con un sentido de presentimiento.

—¿Qué está pasando?— se preguntó en voz alta, su voz apenas audible sobre el latido de su corazón.

Al acercarse a la puerta del dormitorio, los extraños sonidos se hicieron más fuertes, cobrando vida propia. La mente de Anna se llenó de los peores escenarios, su imaginación desbocada con visiones de su novio en un apasionado abrazo con otra mujer.

—No, no, no— susurró, sus ojos fijos en la puerta como si deseara que desapareciera.

Con un profundo suspiro, Anna empujó la puerta, y su mundo se derrumbó a su alrededor.

—¡Ah, ah, Laila!— la voz de su novio era ronca de placer, sus palabras goteando engaño.

Los ojos de Anna se abrieron de horror al ver la escena ante ella: su novio y su mejor amiga, Laila, entrelazados en un apasionado abrazo, sus cuerpos moviéndose en perfecta sincronía.

—¡Anna!— la voz de Laila estaba cargada de culpa, sus ojos abiertos de sorpresa.

—¡Fuera!— la voz de Anna era un grito apenas contenido, sus ojos ardiendo de furia.

La habitación parecía girar a su alrededor, los sonidos de su traición resonando en su mente como un cruel mantra. El corazón de Anna se rompió en mil pedazos, su mundo reducido a escombros en un instante.

Laila y Jason estallaron en carcajadas, sus ojos burlándose de la ingenuidad de Anna.

—¡Oh, Anna, eres tan adorable!— se burló Laila. —¿Pensabas que te estabas guardando para el matrimonio? ¡Qué tierno!

—¿En qué era crees que estás, Anna?— intervino Jason, su voz cargada de sarcasmo. —¿La Edad Media?

El rostro de Anna ardía de vergüenza y humillación. Se sentía como si la estuvieran desnudando, su vulnerabilidad expuesta para que todos la vieran.

—Eres una broma, Anna— continuó Jason, sus palabras cortando profundo. —Un relicto del pasado. No es de extrañar que sigas siendo virgen, ¡nadie te quiere!

Laila se rió, sus ojos brillando con malicia.

—Sí, Anna, eres como un fósil de la Edad de Piedra. ¿Quién espera hasta el matrimonio hoy en día?

Los ojos de Anna se llenaron de lágrimas al sentir el peso de sus burlas. Era el hazmerreír, una criatura patética para ser ridiculizada y despreciada.

—Lárgate, Anna— Jason se burló, su rostro torcido de disgusto. —Nadie te quiere aquí. Eres una patética virgencita que ni siquiera puede acostarse con alguien.

La risa de Laila resonó en la habitación, un sonido cruel y despiadado que atravesó el alma de Anna.

Las lágrimas de Anna se desbordaron, su cuerpo temblando con sollozos. Se sentía como si se estuviera ahogando en un mar de humillación, incapaz de escapar de las crueles palabras que le atravesaban el corazón.

—Oh, Anna, ¡eres tan patética!— Laila se burló, sus ojos brillando con malicia. —¡Has estado trabajando como una tonta, pensando que eres tan justa, mientras yo he estado satisfaciendo a tu novio por ti! ¡Y ahora, yo soy la nueva novia, y tú solo eres una broma!

El rostro de Anna ardía de vergüenza y humillación.

—Laila, ¿cómo pudiste?— susurró, su voz temblando.

—¿Cómo pude? ¿Te refieres a cómo pude robarte a tu novio, tu virginidad y tu dignidad de un solo golpe? Fácil, Anna, porque eres una niña débil que no sabe cómo mantener a un hombre satisfecho.

Jason se rió, sus ojos brillando con diversión.

—Sí, Anna, solo eres un relicto del pasado. Nadie quiere a una virgen como tú. ¡Me actualicé a una mujer de verdad, Laila!

La risa de Laila se hizo más fuerte, sus palabras cortando más profundo.

—¡Eres solo una broma, Anna! ¡Una patética virgencita que ni siquiera puede mantener a su novio satisfecho! ¡Yo soy la que lo tiene todo, y tú solo eres una nota al pie en nuestra historia!

Las lágrimas de Anna caían como lluvia, su corazón destrozado en un millón de pedazos. Se sentía como si se estuviera ahogando en un mar de humillación, incapaz de escapar de las crueles palabras que atravesaban su alma.

—¡Lárgate!— Jason gritó de nuevo, su voz resonando en las paredes.

Anna se dio la vuelta y corrió, sus tacones resonando en el suelo mientras huía del apartamento. No se detuvo hasta que estuvo en la calle, jadeando por aire mientras llamaba a un taxi.

Mientras se alejaba de la pesadilla, la mente de Anna daba vueltas con el shock y el dolor. Se sentía como si hubiera estado viviendo en un sueño, un sueño que acababa de romperse en un millón de pedazos.

La voz del taxista rompió su aturdimiento.

—Oye, señorita, ¿está bien? Parece que ha perdido a su último amigo.

Anna asintió, incapaz de hablar. Estaba perdida, sola y a la deriva en un mundo que parecía no tener misericordia.

Las palabras del conductor resonaban en su mente mientras pasaba las siguientes horas. Se sentía como si hubiera perdido a su último amigo, su último rastro de dignidad.

Al ponerse el sol sobre la ciudad, Anna se encontró en un pequeño parque, sentada en un banco y mirando al vacío. Era una virgen, un relicto del pasado, una broma.

Y en ese momento, Anna se dio cuenta de que tenía una elección que hacer. Podía dejar que las crueles palabras de otros la definieran, o podía levantarse y definirse a sí misma.

Pero mientras estaba sentada allí, rodeada por la oscuridad de la noche, Anna se preguntó si tenía la fuerza para levantarse de nuevo.

Siguiente capítulo