Capítulo 2

Capítulo 2

Anna quería emborracharse para olvidar todo lo que había pasado hoy.

Anna salió del taxi y entró en las luces palpitantes del club. La música retumbante la envolvió, una cacofonía de ritmos y bajos que parecía reverberar en cada célula de su cuerpo. Inmediatamente fue arrastrada por un mar de cuerpos contorsionados, el aire denso con el olor a sudor y alcohol.

El club era una caverna tenuemente iluminada, las paredes y el suelo de un púrpura profundo y rico que parecía brillar con la luz estroboscópica. La barra era larga y curva, llena de taburetes y atendida por camareros que se movían con la precisión de robots. La pista de baile era una masa agitada de humanidad, cuerpos apretados en un abrazo sudoroso mientras se movían al ritmo de la música.

Anna fue empujada por la multitud, sus sentidos abrumados por la intensidad de la experiencia. Se sentía como un pequeño bote a la deriva en un mar tormentoso, su frágil embarcación golpeada por las olas de sonido y movimiento.

Mientras avanzaba entre la multitud, sentía el peso de las miradas masculinas sobre ella. Ojos recorrían su cuerpo, deteniéndose en sus curvas y contornos. Se sentía como un pedazo de carne, una mercancía para ser devorada y desechada. Pero no le importaba. Quería perderse en este mar de extraños, olvidar su nombre, su pasado y su dolor.

Llegó a la barra y pidió una bebida, su voz perdida en el bullicio. El camarero, un hombre alto y musculoso con la cabeza rapada y un pendiente de plata, le sonrió y le entregó un vaso lleno de un líquido turbio. Tomó un sorbo, el alcohol quemando su garganta como un río de fuego.

Y entonces se perdió en la música, su cuerpo moviéndose al ritmo como una marioneta en una cuerda. Era una hoja en el viento, una pluma en la brisa, una cosa pequeña e insignificante arrastrada por el torbellino del club.

Sintió que quería ir al baño, así que le preguntó al camarero el camino y se dirigió allí, tambaleándose.

Al salir del baño, la visión de Anna se nubló y sus piernas temblaron bajo ella. Extendió la mano para estabilizarse, pero en lugar de encontrar la pared que esperaba, su mano aterrizó en un pecho sólido. Miró hacia arriba, su mirada encontrándose con los penetrantes ojos verdes esmeralda de un apuesto desconocido. Sus ojos parecían penetrar en su alma, y por un momento, solo se miraron, la música y las risas del club desvaneciéndose en el fondo.

Los ojos del desconocido se arrugaron en las comisuras cuando sonrió, y extendió la mano para estabilizar a Anna, su mano envolviendo su codo.

—Hey, ¿estás bien? —preguntó, su voz baja y ronca, enviando escalofríos por su columna.

Anna asintió, su boca seca, las palabras atrapadas en su garganta. No podía evitar mirar al desconocido, sus rasgos cincelados y su mandíbula afilada hacían que su corazón se acelerara.

Los ojos del desconocido nunca se apartaron de los suyos, y Anna sintió que él podía ver a través de ella, hasta lo más profundo de su alma. Se sentía expuesta, vulnerable, pero también, extrañamente, segura.

—Déjame traerte un poco de agua —dijo él, su mano aún envuelta alrededor del codo de Anna, guiándola a través de la multitud.

Anna asintió, sus piernas todavía temblorosas, su corazón aún latiendo con fuerza. No podía evitar preguntarse qué acababa de pasar y qué quería este desconocido de ella. Pero al mirar sus ojos, sintió una chispa de conexión, una sensación de que este encuentro fortuito podría cambiarlo todo.

Cuando el desconocido le ofreció el agua, los instintos de Anna tomaron el control. Arrojó el vaso, el agua salpicando por todas partes, y estrelló sus labios contra los de él. Los ojos del desconocido se abrieron de sorpresa, pero rápidamente se recuperó, sus labios respondiendo con igual pasión.

A Anna no le importaba el nombre del desconocido, su pasado o sus intenciones. Todo lo que quería era escapar del dolor y la humillación de su pasado. Y en este momento, este apuesto desconocido representaba libertad, emoción y una oportunidad para olvidar.

Sin decir una palabra, se tambalearon hacia la salida, sus labios aún unidos. Se encontraron en una habitación de hotel cercana, su pasión consumiéndolos. Anna no pensó en las consecuencias, simplemente se dejó llevar, permitiendo que el abrazo del desconocido la consumiera.

En ese momento, se sintió viva, libre y deseada. Los ojos esmeralda del desconocido parecían ver a través de ella, y sintió que él la entendía de una manera que nadie más lo había hecho. No necesitaban palabras; sus cuerpos hablaban un lenguaje propio.

Mientras yacían allí, exhaustos, Anna se dio cuenta de que nunca se había sentido tan viva. No sabía el nombre del desconocido, pero sabía que nunca olvidaría esta noche, este momento y la forma en que él la hacía sentir. Sus ojos parecían contener una profunda comprensión, como si supiera exactamente lo que ella necesitaba.

En la tenue luz de la habitación del hotel, Anna vio un atisbo de algo más, algo que iba más allá de una simple aventura de una noche. Vio una conexión, una chispa que insinuaba una pasión más profunda, un deseo mayor.

Los dedos del desconocido trazaron su piel, enviando escalofríos por su columna. Su toque era suave, pero firme, como si supiera exactamente cómo despertar sus sentidos. Anna se sintió derretirse en su abrazo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Por primera vez en su vida, Anna se sintió verdaderamente libre, verdaderamente viva. No sabía lo que el futuro le deparaba, pero en este momento, sabía que quería más de esto, más de él. Y mientras se quedaba dormida, envuelta en los brazos del desconocido, se sintió en paz.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo