CAPÍTULO OCHENTA

—Niña, ni siquiera sabes lo que estás pidiendo.

Me levanté, enfrentándolo. Tomé sus grandes manos en las mías y comencé a trazar mi cuerpo con ellas, y por la mirada en sus ojos, lo tenía atrapado en el deseo.

—Me miraste el otro día mientras me tocaba. No pude llegar al orgasmo hasta que te vi mi...

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