Capítulo 4 4
El hombre movió su torso y se dio cuenta de que lo que ella le estaba diciendo era cierto, pero no dijo nada, el muy descarado no quiso reconocer que se había equivocado, no fue digno de pedirle tan siquiera una disculpa por lo que dijo anteriormente, y bueno, para la chica fue mejor porque no seguiría escuchando esa voz tan áspera con aire de arrogancia que tiene.
—¿Ahora dígame si soy una puta como usted me ha estado catalogando?
Le preguntó, pero el muy maldito la ignoró.
—¡Abra la puerta, por favor! ¡Yo necesito salir de aquí! Y espero no volver a verlo nunca más en mi agradable vida—. Dijo Camila, sin siquiera pedirle que le volviese a mostrar la dichosa fotografía que él acaba de colocar de nuevo en la mesita. Imaginó que debía de ser una de las damas de compañía de ese lugar y total, ella ni las conoce.
—Si quieres salir, al menos has algo y alcánzame el resto de mi ropa—. Pidió el hombre misterioso, con su horrible pero sexi voz de mando.
—¿Perdón? ¿Y desde cuándo yo soy su criada? —le reclamó Camila desde el lugar donde se encuentra de brazos cruzados. —Levántese usted solito y recójala del suelo. —Le renegó de forma tajante.
— ¿Acaso ves que yo me puedo levantar? —Créeme que si yo lo pudiera hacer, jamás le pediría un favor a una puta recién follada—. Al caer en cuenta de la condición del hombre, Camila se compadeció de él y levantó la ropa del suelo, pero eso sí, se la hizo tirada en su cara y sonrió por su maldad.
Mientras que él se quedó serio, viendo como la chica goza, pero en parte Camila lo hizo por los nervios que tiene de saber que ha tenido sexo con un desconocido y lo más vergonzoso es que no recuerda nada y quizá haya sido ella misma la que abusó de él más bien porque estaba muy borracha y él… él es un paralitico.
—Más te vale que me la hayas alcanzado, de lo contrario yo no te iba a rogar y me iba a levantar desnudo, y no creas que solo a recoger mi ropa—. Comentó el hombre, moviendo sus cejas, pero al final rodó los ojos aduciendo que es una broma.
Pero Camila quiso molestarlo por un rato y tomarlo de burla.
—Ah, sí, ¿y cómo se supone que vendría hasta mí, si tal parece que no puede caminar? —Ella le está dando a entender que no le tiene miedo, pero si supiera ese idiota que para que no se levantara y la obligara a ver su cuerpazo de infarto, es que se apresuró a alcanzarle su ropa.
—¿Acaso no ves que me puedo movilizar con ayuda de una silla? —respondió el hombre mal encarado, rechinando los dientes. Esa joven lo estaba sacando de sus cabales.
—Disculpe, señor. Ahora, cambiando de tema, ¿usted vio cuando yo llegué aquí o sabe si alguien me trajo hasta usted? —preguntó, ya que no sabe a quién más pedirle información.
—Yo solo sé que tú estás ocupando un lugar que no es tuyo—. Dijo el hombre y le señaló la corbata que también está tirada en el suelo para que se la alcanzara, la chica para que él fuera a abrir rápido la puerta se la alcanzó sin protestar.
—¡Quiero salir de esta habitación!
—¿Y qué esperas? Hace rato lo hubieses hecho. No creas que yo te llevaré en mi auto hasta donde tú vives.
—De mi parte ya no estuviera aquí, con un viejo arrogante como usted, señor. Pero la puerta está bajo llave y necesito que abra para poder largarme de su asquerosa presencia.
— ¿De mi qué? —dijo el hombre, acercándose furioso en su silla de ruedas que con mucha facilidad se ha sentado en ella, llegó hasta donde la chica está y la acorraló entre la puerta y él, la haló del brazo hasta caer sentada sobre su musculoso cuerpo.
—¡Maldita yo y mi boca que dice todo lo que no debería de decir! Se regaña en su mente.
Sí, ese hombre desconocido no puede caminar, es un lisiado que utiliza una silla de ruedas para poder movilizarse y Camila teme que la denuncie por abuso sexual.
—Aléjate de mi vista, por favor—. Exigió Camila, mientras trata de levantarse de sus piernas, pero este la acerca aún más a él, hasta que sus bocas quedaron muy cerca, casi pegados sus pechos y sintiendo sus respiraciones, bueno, quizá la de la chica era la que hasta se lograba escuchar porque estaba demasiado nerviosa y su corazón no paraba de brincar sofocado por la situación.
—No putita, no creas que te volveré a follar. ¡Me das asco! —exclamó el hombre entre susurros, mientras sus labios rosan los de la chica cuando habla, casi mordiéndolos, ya que está demasiado cerca de su boca.
Con un fuerte empujón la chica lo hizo hacia atrás y se levantó, él empezó a reír a carcajadas, eso hizo que la chica se sintiera demasiado ofendida y maldijera internamente a quien sea que le haya hecho esa trampa.




























































































































































































