11 | La futura novia

Mel se fue a la cama temprano esa noche, no solo exhausta por el viaje, sino perturbada por una sensación completamente nueva.

No volvió a ver a Bjorn el resto de la noche, pero podía recordar claramente los escalofríos que recorrían todo su ser al escuchar su voz. Un ligero temblor recorría cada superficie de su piel y apretó las cobijas a su alrededor. La piel de las mantas hacía poco o nada para aliviar la extraña sensación.

Podía recordar los mechones de seda blanca de su cabello, cortos en la nuca. No le habían parecido tan impresionantes hasta que él se paró frente a ella. La forma en que sus ojos la estudiaban la hacía sentir mareada. El recuerdo de su voz profunda y rica la envolvía con una vaga calidez.

Su corazón dolía. Tal vez había esperado que su futuro esposo fuera atractivo, pero no esto...

Mel se sentó erguida, incapaz de dormir por el ardor en sus mejillas. ¿Qué le pasaba? ¡Tenía que controlarse!

Se dio una bofetada en las mejillas y se estremeció por el dolor punzante en ambas. Sus palmas permanecieron pegadas a sus mejillas, pero el dolor no podía calmar las emociones que hervían dentro de ella.

Conocía bien esa sensación. No era nada nuevo. Se había sentido atraída por algunos nobles de su tierra natal, pero nunca había tenido un encuentro tan impactante. Literalmente no había habido nada especial en el saludo de Bjorn y aquí estaba, avergonzada como una niña en crecimiento.

Mel cerró los ojos en la oscuridad y respiró lenta y profundamente para calmarse. Funcionó, pero solo un poco. Eustace la había llevado a otras cámaras del domo. Le habría encantado ver el subsuelo, pero su fascinación se había desviado a otro lugar al conocer a Bjorn.

Los pensamientos sobre él llenaban su cabeza desde entonces. Concentrarse en la introducción de Eustace en la morada de Bjorn había sido una lucha. El hombre estaba en la misma estructura que ella. ¿Estaba él bajo tierra o sobre ella? Era una pregunta inútil, pero la molestaba en ese momento.

—No. No. No.— Sacudió la cabeza vigorosamente y se recostó de nuevo. —Necesito dormir. No puedo comportarme así.

Recordó que Eustace había dicho algo sobre los preparativos de la boda.

Mañana iba a ser un día ocupado.

Mel se movió y el cansancio se apoderó de su emoción. La joven finalmente se quedó dormida, dando vueltas y vueltas mientras su conciencia la abandonaba.


Bjorn entró en su estudio, con Eustace justo detrás de él. Ella cerró la puerta y se quedó cerca de la entrada, dejando escapar un profundo suspiro de gratitud.

—Llegaste temprano a casa— dijo finalmente.

Bjorn no le respondió al principio. Se quitó el abrigo de piel con un movimiento fluido y lo colocó en la silla de su escritorio. Miró la pared, se quitó los guantes de cuero y los arrojó con un golpe sobre la mesa de madera.

Se quitó la segunda chaqueta ligera que llevaba para revelar una túnica oscura y corta. Bjorn levantó la cabeza y tomó una larga bocanada de aire. Se frotó la nuca, con la otra mano plantada en su cadera.

—Tuvimos esta conversación— gruñó, girándose para enfrentar a su madre.

—Sí, la tuvimos— respondió Eustace con calma, avanzando para acomodarse en la silla frente a la mesa de Bjorn. —Y nunca seguiste adelante.

Su mandíbula se tensó, una mueca de molestia se apoderó de sus rasgos. —Dije que necesitaba más tiempo—

—Tiempo.— Eustace sacudió la cabeza y golpeó con las manos los reposabrazos de la silla. —Bjorn. ¿Por cuántos años? Entiendo que has estado ocupado asumiendo tus deberes después de tu padre, pero estás rompiendo la única promesa que tu padre dejó.

—¿Promesa?— Bjorn frunció el ceño. —Eso fue una completa tontería. Ni siquiera el bisabuelo lo aprobó. Introducir una regla en las tablas por despecho...— Señaló la puerta, enfatizando cada palabra que decía, —Esa mu—— sacudió la cabeza ——chica ni siquiera debería estar aquí.— El rostro de Eustace se arrugó ofendida y abrió la boca para hablar con Bjorn, pero él continuó, —Esto nos afecta a todos. Ni siquiera es de un clan decente, ¿qué ganamos? ¡Absolutamente nada!

—¡Bjorn!— Eustace se levantó de un salto.

—No.— Apoyó las manos en la mesa y se inclinó hacia adelante. —A pesar de nuestro acuerdo de esperar, aún así fuiste y la trajiste aquí. Me voy por unas semanas y ya te has ido a Urn para traerla.

—¿Un acuerdo?— Las cejas de Eustace se alzaron. Cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Realmente estamos hablando de un acuerdo aquí, Bjorn?

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