Capítulo 8 ESTÁBAMOS...

El cuerpo todavía me ardía con el recuerdo de Dante, de la complicidad en su sonrisa, del modo en que sus ojos parecían desnudarme incluso en medio de la multitud. Sin embargo, ahí estaba yo, en la misma cama fría, al lado de Samuel, el hombre que decía ser mi esposo y líder de mi vida espiritual.

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