Capítulo 68

—No quiero tus gemidos bonitos. Quiero tu obediencia.

Su coño se contrajo.

Tan malditamente apretado.

Y lo sentí.

Ese espasmo.

Ese temblor.

Esa confesión silenciosa que su coño hizo sin permiso.

—¿Quieres que papi pare? —susurré—. ¿O quieres que te arruine tan fuerte que cada vez que entres e...

Inicia sesión y continúa leyendo