Capítulo 12

A la mañana siguiente, me encontraba en el estacionamiento subterráneo, mirando incrédula el coche de Julian. Profundos arañazos recorrían el lado derecho, y una abolladura inconfundible estropeaba el capó.

—Maldita sea— murmuré, pasando los dedos sobre las áreas dañadas. Esto tenía que ser obra de...

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