No ruego

Capítulo 48: No suplico

La gran mano de Roman quemaba en mi cintura y me atraía más cerca, envolviéndome en su calor.

Su mirada permanecía en la mía, hambrienta e impaciente.

—Estás temblando —murmuró, con voz baja y burlona—. Dime, Savannah, ¿qué te tiene tan deshecha?

El calor subió a mis meji...

Inicia sesión y continúa leyendo