Pariente.

Para cuando volvemos al aire de la noche, el cielo ha tomado un tono índigo. El olor a savia y aserrín aún flota sobre la cerca del orfanato, limpio y ordinario contra el viejo sabor metálico de la sangre. Reviso las ventanas, donde pequeñas caras están pegadas al vidrio con curiosidad. Elliot me ve...

Inicia sesión y continúa leyendo