Los regalos perfectos.

Envidia

Para cuando salí de la ducha, con la piel enrojecida por el vapor, la casa ya olía diferente. No solo a canela y café, sino también a algo salado que hacía que mi estómago rugiera. Estaban ocupados en la cocina. Podía oírlos murmurar, mover platos, chocar vasos. Me vestí lentamente, dej...

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