Érase una vez.

Todavía estaba en los brazos de Ma cuando la puerta trasera se abrió con un chirrido. Pa entró desde el patio, con las botas embarradas, las mangas arremangadas, el olor a humo y pino impregnado en él. Me miró y sonrió, esa sonrisa profunda y resonante que siempre lograba sacarme una sonrisa sin imp...

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