216. No puedo perderlo.

La oficina privada de Grant está limpia, organizada y sorprendentemente acogedora—nada que ver con las frías y estériles salas blancas del hospital que huelen a antiséptico y dejan un sabor metálico en la boca al momento de entrar.

Las paredes color arena suavizan el sol de la tarde que entra por l...

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