Capítulo 5

—Athena, ya estamos aquí.

No podía mirarlo porque creo que mi cara estaba roja.

—Lo siento.

No sabía por qué me estaba disculpando, él solo me miró y sonrió.

—Está bien.

Cuando entramos a su ático, me sorprendió lo impecable que estaba su lugar. Había una mujer mayor de pie en la sala y dos hom...

Inicia sesión y continúa leyendo