Capítulo 34

Su cabello estaba desordenado, así que aparté unos mechones de su rostro; mi mano rozó sus mejillas y ella dejó escapar un gemido involuntario. ¿Qué demonios?

—¿Athena, estás bien?

Pareció salir de algún trance.

—Sí, estoy bien, vamos a almorzar.

Nos fuimos y nos dirigimos al restaurante que es...

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