Capítulo doscientos setenta y cuatro.

El pulso de Meera retumbaba en sus oídos.

La cinta sobre su boca le mordía la piel, y las cuerdas quemaban sus muñecas, pero sus ojos escaneaban desesperadamente en busca de algo que pudiera usar.

Un jarrón. Un vaso. Incluso el candelabro pesado en la mesa lejana.

Algo... cualquier cosa...

Su pe...

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