112. No te culpes

Cuidadosamente, Max llevó a su esposa al baño. Cuando llegaron a la puerta, la mujer le sonrió.

—Lo único que me duele es la espalda, Max. Puedo caminar sola —dijo Gabriella con naturalidad.

—Pero aún tienes que ser vigilada —insinuó el hombre con el ceño fruncido.

Acariciando la mano de su espos...

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