115. Cultiva la esperanza

Gabriella yacía con los ojos tristes fijos en el sol poniente. Su respiración era tan calma como el océano. Ya no había más ronquidos ahogando su garganta. La presión que oprimía su pecho se había disipado con el llanto.

—¿Estás seguro de que nuestro Pequeño Príncipe volverá pronto? —murmuró mientr...

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